Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1869-1871 (Cortes Constituyentes de 1869 a 1871)
Sesión: 18 de diciembre de 1869
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Réplica al Sr. Soler. Réplica a los Sres. Figueras y Castelar
Número y páginas del Diario de Sesiones: 186, 4.803, 4.804
Tema: Interpelación sobre la política interior y exterior del Gobierno

El Sr. Ministro de la GOBERNACIÓN (Sagasta): No voy a contestar al Sr. Soler; no lo tema S. S.; conozco bien la situación de S.S.; la lamento, y comprendiendo la situación de S. S., puedo pasar sin contestación cierta cosa que S.S. ha dicho. S.S. sabrá por qué quiere meter ahora tanto ruido y por qué metía tan poco cuando era necesario. De consiguiente, si cree granjearse por ese medio las simpatías que haya podido perder por otra parte, hágalo S.S., que ese me tiene sin cuidado; pero aconsejo [4803] a S.S. que tome otro camino, que busque otros motivos, que funde sus palabras y sus aspavientos en otras cosas, y que no busque motivos tan fútiles como los de la cuestión que S. S. ha traído al debate.

Apoya una gran parte de su argumentación en lo que yo dije de que los enfermos de los hospitales estaban abandonados, y sin pan los niños de la inclusa. ¡Si yo no dije eso, Sr. Soler! Yo, hablando en tesis general, decía: cuando los enfermos están a punto de ser despedidos de los hospitales, cuando los niños expósitos están a punto ser arrojados de las casas, se vaya a gastar el dinero en comprar fusiles. Esto fue lo que yo dije en términos generales, sin dejar de conocer que estas cosas no pertenecen por lo general a los ayuntamientos, a pesar de que algunos ayuntamientos tienen también el cuidado de algunos hospitales, como tienen el de la beneficencia municipal. Yo hablaba en tesis general, como podía hablar, verbi gratia, de los presos de las cárceles, los cuales, sin embargo de que están a cargo de los ayuntamientos, estaba allí sin atender, hasta el punto de que padecían hambre. Por consiguiente, no se aproveche S. S. de una tesis general mía para aplicarla a casos particulares, haciéndome decir lo que yo no dije, para fundar su vana argumentación.

Dice el Sr. Soler que el Ministro de la Gobernación ha atropellado la ley, y S. S. está equivocado. El Ministro ha hecho respecto al expediente de Zaragoza lo que debía, con arreglo a la ley. Podía poner reparo con relación a un impuesto acordado por el ayuntamiento, un impuesto que era injusto, y contra el cual se habían formulado quejas que hablan llegado al Ministerio, y el Gobierno creyó que debía atender esas quejas: y cuando el ayuntamiento acordó otra cosa más legal y el Gobierno la autorizó, ya pudo atender a las obligaciones del municipio. Por consecuencia, vea el Sr. Soler cómo no era verdad no había exactitud en el cargo que dirigía el Sr. Castelar: que el Gobierno era tan sistemático y tan malo, que solo porque el ayuntamiento de Zaragoza era republicano quería asediarlo por hambre. A ese cargo contestaba yo exponiendo la verdad de los hechos sin atacar al ayuntamiento. Por consiguiente, ¿a qué vienen todas esas alharacas y griterías, que no conducen a nada, sino a la necesidad que el Sr. Soler siente de justificar ciertos acto suyos? Justifíquelos S. S., si puede, de otro modo; pero no acusando al Ministro de la Gobernación, que no ha hecho más que cumplir con su deber.

Supone S.S. que el ayuntamiento de Zaragoza acordó un impuesto más o menos justo; y porque el Gobierno en cumplimiento de la ley creyó conveniente repararlo, y lo reparó, ataca violentamente al Gobierno. ¿Por qué hizo esto el Ministro, dice el Sr. Soler, conociendo al ayuntamiento? Sí, ya sé lo que ha hecho el ayuntamiento de Zaragoza; y entre otras cosas, al que guardó y custodió Sr. Soler durante el fuego; pues si no estoy mal informado, aquel fue su albergue, lo cual es algo extraño cuando antes el Sr. Soler con sus discursos ardorosos y entusiastas excitaba a la rebelión. (El Sr. Soler: Es falso.) Discúlpese S. S. como pueda de esto, pero no acuse al Gobierno.



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